domingo, 14 de agosto de 2022

 

EL CIELO



Por  OTROVA G.

  

(El informe Moretti)

 

El Reporte Moretti ha sido uno de los documentos clasificados más protegidos de los últimos tiempos. Condensado, pero revelador como muy pocos textos descriptivos, sobre él aún pesan tres misterios que podrían hacer pensar que se trata de una impostura: la manera como llegó a manos de la madre superiora del convento de las Hermanitas de San Baco Mártir, como fue que Mario Moretti logró ir al cielo antes de su muerte, y donde se encuentra ahora, si es que está muerto como se infiere del escrito.

Por una de esas raras casualidades del destino tuve ocasión de ver junto a dos grafólogos el texto original y confirmar que la letra correspondía a la de Moretti, y además de que todos coincidimos en que el papel no era igual a ningún otro conocido y, los tres pudimos percibir el extraño resplandor que le rodeaba.

Por ahora solo me limito a ratificar que es auténtico el contenido de este extracto que acaba de llegar a los archivos de WikiLeaks, y dice así:

 "Llegue al cielo por error. No porque tenga un alma diabólica o relacionada a las maldades, ya que en el transcurso de mi vida el bien siempre fue mi norte, como lo ha sido amar a Dios y ayudar a mis semejantes de todo corazón. Aunque parezca incierto, llegue allí y fui devuelto a los martirios del mundo porque los funcionarios celestiales pensaron que estaba muerto y ese era el lugar en donde se debía cumplir mi destino eterno.

El viaje fue agotador hasta los límites de lo impensable. No solo por la distancia extrema sino por los cambios violentos de estado y fases a los que fui sometido. Muté de materia viva a la condición de polvo inerte, luego en forma de espíritu atravesé firmamentos, periodos geológicos, glaciaciones y deshielos, dejando atrás astros lejanos y brillantes. Abandoné el reino del sol y por un tiempo solo viví la luz extraña y radiante del paraíso, que no lo es solo de nuestro planeta y firmamento, sino el de todos los mundos que han tenido la prerrogativa de existir.

A pesar de que no saber si este escrito llegará a manos de algún ser humano y todo parezca tan distante, juro solemnemente que es cierto lo visto y observado, así como autenticas las informaciones que me trasmitieron aquellos con los que me relacioné durante el viaje,


I Descripción (extractos)

Primeramente el Cielo no es azul como se cree. Aunque no puedo precisar sus coordenadas espaciales, me llenó de asombro el saber que no se hallaba dentro de las vastas extensiones del universo de estrellas que todos conocemos. El territorio sacro está completamente afuera, a mil trillones de años a la velocidad de la imaginación elevada a la potencia n10, de la galaxia más lejana conocida, la A1689zD1, ubicada a doscientos cuarenta millones de años luz de nuestro planeta.

El lugar no tiene color ni olor -hay que eliminar la idea de los que conocemos, incluso el pavoroso negro- posee una atmósfera rara y sin gravedad, que si intentara definirla no tendría imágenes ni referencias de estados y condiciones físicas que le sean remotamente parecidas.

“….En los territorios de la divinidad absoluta existe el destello de lo que ellos llaman las Bicatruras, seudo espacios limitados donde todo es inmutable. En el Bicatro Divino, que resplandece desde lejos, se encuentra Dios, que lo es igual para nuestro pequeño mundo galáctico como de los infinitos firmamentos que yacen bajo su poder omnímodo. 

A pesar de que no tuve ocasión de conocerlo de manera directa, lo vi. No tiene forma humana ni algo semejante, más bien es una suerte de masa informe rodeada de un vaho incoloro y transparente. Desde la distancia en que me encontraba- bastante cercana para ser de las permitidas- pude notar en él los signos de una extenuación extrema y un enorme desencanto. Cuando se lo comenté a Bunjo, mi receptor a la llegada, me explicó que no era por el cansancio de los años de su vejez, sino por la agotadora labor de construir los mundos que tiene bajo su control y luego destruirlos al ver como sus creaturas los transmutan en pocilgas.

 Por otro lado, de él me quedará un recuerdo imborrable: detrás de aquel fulgor supremo me pareció captar una falta de sentido a su existencia y la terrible sensación de que carecía de un destino cierto.

 Alrededor de él no hay nada. Pero no la nada nuestra que es ausencia de algo, sino la nada unífola, que es una concentración de nadas totales, la cual compacta volúmenes de nada extrema acumulada desde hace millones de siglos orticos, cada uno formado por cinco billones de lustros de mil años. Ello le lleva a cargar con el peso abrumador de la soledad perpetua.”

“…En el territorio celeste trabajan cerca de doscientos millones de almas, entre expertos, funcionarios menores, secretarias, acomodadores, policías de seguridad y el necesario personal de mantenimiento.  Cerca de la sede del Señor esta el Bicatro Administrativo, una sala de pulcritud impresionante en la que hay una enorme central telefónica, la cual a pesar de contar con millones de líneas, solo la atiende una mujer, la señor Lapiria, la cual según se me dijo, está allí desde el comienzo de los tiempos y habla a la perfección todas las lenguas y dialectos de los universos habitados. Condecorada por Dios con la Orden de Merito al Trabajo, ella es un símbolo del lugar porque no ha faltado a la oficina ni un solo día en los últimos veinticuatro millones de años.

El sistema de computación del Bicatro Informático deja ridículos a los más sofisticados y complejos equipos de la tierra. Funciona con una tecnología desconocida por nosotros, la I-hipo-diositec 20, que utiliza chips Zuás, fabricados con capacidad divina para ver al mismo tiempo lo que ocurre en todos los sitios, lo que ocurrió en ellos desde su origen y lo que les ocurrirá en los próximos cien mil trillones de siglos venideros. Pude observar como esa tecnología de punta se ensamblaba el sistema mental de un ser por nacer y, me quedé lívido ante la prodigiosa perfección operativa que le programaron.

Al su lado está el escáner de almas, que somete a una revisión estricta a toda persona que llega al Cielo develando en el acto la más mínima huella de maleficencia.
En ese Bicatro está prohibido el uso de celulares, aunque si se tiene una tarjeta de recomendación de la Oficina de Ayuda a Necios se pueden mandar y leer mensajes de texto, pero solo al purgatorio.

Me llamó la atención que para resolver un problema concreto Dios no usa la computadora sino su propia memoria, insólita por la capacidad, o, en casos espéciales usa la de un empleado entrenado que tiene a su servicio, el señor Petracam, quien es capaz de informarle de cualquier hecho y circunstancia en milésimas de segundo. Pero me dijeron que a veces pasa hasta quinientos mil años sin que lo use.

Detrás de esa oficina se encuentra la sala de espera del Cielo. Llamativa por lo monumental con sus ochocientos kilómetros de asientos incómodos colocados uno tras otro; cuando llegué al lugar habría dos millones de almas sentadas, entre vendedores, cobradores, pedidores de ayuda, y muchos que solo querían una audiencia con Dios para conocerlo, la mayoría con siglos en espera.

 Desde el Bicatro Divino, saliendo por una extraña especie de rampa pasillo, está el Bicatro General de Quejas y Reclamos, que atiende y contesta en instancia divina las súplicas y demandas de gente que ha sido enviada a los infiernos, así como las de quienes piensan que ya tienen demasiado tiempo en el purgatorio. Casualmente, el día de mi visita el sitio estaba lleno de personas de la fe musulmana, a las que les dijeron que si se inmolaban irían al cielo, pero fueron a parar directo a los infiernos. Molestos por el engaño todos apelaron de la decisión del Sub Bicatro musulmán y ahora deberán ir a esperar entre las llamas hasta que el Ser Supremo considere su complicado caso.

Como a tres kilómetros está la cafetería celestial, en donde sirven hostias, comida kosher, vegetariana o cualquier otro alimento de naturaleza religiosa, incluso hasta humo negro condimentado, el alimento fundamental de los habitantes de Curulia, la nebulosa del cosmos de Brijan, la más semejante a la terrestre. Enfrente se levanta la sede de la Divina Policía de Contraespionaje, destinada a la detección de agentes del infierno que entran disfrazados de buenos al territorio celestial.


II Descripción (tomado del final del informe)

…Desde todo el sitio se pueden ver las incontables Bicatruras Anexas, las cuales corresponden a las distintas religiones de cada universo y firmamento. Al poco tiempo de llegado fui trasladado al Bicatro Terráqueo, el cual a su vez tiene veinte Sub Bicatros, de los cuales diez y ocho corresponden a las principales religiones del planeta, uno a las pequeñas religiones incluyendo a las africanas e indígenas, y otro para secularistas, agnósticos y ateos.  En ellos se encuentran respectivamente los personajes relacionados a cada culto. Fue así como pude ver de lejos a Cristo y las santidades de su iglesia, a Mahoma en el de los musulmanes, a Moisés y sus tablas en el de los judíos y a varios personajes de otras religiones, desde Buda hasta el máximo sacerdote del rastafarianismo ortodoxo.

En el Sub Bicatro Cristiano se me hizo conocer su organización interna, que es igual en todos, cualquiera que sea el mundo o galaxia al que pertenezca.
Al católico lo forman doce Suras, la de Clasificación y control de Pecados, la de Estudio de causas de la Culpa, la de Trampas en Oraciones y Penitencias, la de Censo y Estadísticas, la de Manejo de Casos Confusos, la de Recepción y Guía de Muertos, la de Animales con Tendencias Cristianas, la de Milagros y Reencarnaciones Forzadas,  y la de Devolución de Almas Coleadas, que las reenvía al lugar de donde salieron.

En el fondo de todos los Sub Bicatros hay dos puertas protegidas por policías celestiales a través de las que se accede al Infierno o al Purgatorio. La del primero se reconoce en el acto por la fogosidad y los gritos de dolor, y según me contó uno de los guardias, en toda la historia del lugar solo dos veces hubo intentos de forzarla para entrar, cuando llegó Atila y su caballo casi la derriba a patadas, y cuando se juntaron Hitler y Stalin y agitaron a millones de condenados para tomar el sitio a la fuerza; ese día la temperatura de las pailas del infierno fue subida a más de doscientos millones de grados Rankine, y los dos líderes pidieron perdón y se pusieron a llorar desesperados.

Estando en la oficina de censado fue cuando se notó el error habido en mi caso, que ya les había sido notificado en un memorando de la secretaría privada del Señor, y luego de un breve procedimiento y la eterna imputación de culpas propia de las cosas terrestres se autorizó mi reintegro al mundo de los vivos.”

Ya saliendo, y en la ruta de regreso al lugar de donde había salido, fue cuando pude ver la enorme campiña celestial donde pernoctan todas las almas buenas cualquiera que sea su religión. Algo impresionante, ya que desde la distancia se ven millones y millones de seres de rostros borrosos y medio invisibles, cada uno acostado en una hamaca donde se columpian todo el día cantando aleluya, a la vez que huelen y comen pétalos celestes como lo harán durante toda la eternidad. Perturbado por aquel paisaje de monotonía, en la sala de espera le pregunté a uno de los empleados cual era la razón de esa permanencia tan larga si la vida era algo tan fugaz. Su respuesta fue lacónica, pero me estremeció:

-Dios no lo dice, - respondió- pero sabemos que esas enormes masas no le interesan, solo las tiene para mantener viva a la especie y seleccionar entre ellos a los que por sus dotes de perfección producen obras de las que disfruta en la biblioteca celestial; - y concluyó:

-Creo que de donde usted viene son un joven llamado Mozart, el famoso señor Aristóteles, el fulano Beethoven, Leonardo y algunos otros, pero desde el mioceno y en los millones de años que ha habido de reproducción humana los que le interesaban no llegan ni a los mil.”

Así termina el extracto del informe que pronto estará en el portal del australiano

martes, 9 de agosto de 2022

 EL COMPRADOR QUE REGRESÓ DEL FRÍO

Texto y foto de O.Gomas.




Creo que todos debemos realizar algún gesto bueno de vez en cuando. Entre los que más prefiero y suelo repetir está el levantarle el ánimo a los vendedores de los negocios que ofrecen objetos de lujo muy costosos que nadie compra.
Basta que vea la oferta de un televisor de plasma gigante de esos que valen varios millones, un equipo de sonido súper sofisticado o un artefacto de ensueño de precio inalcanzable, y allí me meto vestido con mi mejor ropa poniendo cara de comprador y haciendo renacer la fe perdida de los pobres vendedores.
No es que compre, vamos a aclarar. Por desgracia para China y el comercio mundial soy una de las personas menos compradoras que conozco. Mis mejores zapatos tienen más de quince años, el último traje lo compré hace diez, las medias y las pantuflas para mi son algo que debe durar toda la vida, no como en restaurantes de comida rápida, ni lenta ni de ninguna velocidad, los carros me duran más de veinte años y tengo tres record mundiales de alargamiento de productos desechables: el de un pote de pasta de dientes que me duró dos años, el del uso de un jabón que lleva seis meses enjabonándome y el primer premio por ahorro de un frasquito de agua de colonia que tengo desde hace la bicoca de diez y siete años.
Pero al entrar en sus lujosos negocios bien montados con cara de comprador enamorado de un producto, les creo una sensación de felicidad que realmente es difícil describir.
Primero me acerco con cautela al negocio poniendo cara de conocedor y consumidor frecuente de productos de lujo. Mi edad, la presencia más o menos respetable y una mirada de idiota se incorporan al acto, además que solo miro al objeto seleccionado concentrándome en sus detalles.
Luego de observarlo un rato con detenimiento, muevo la cabeza hacia donde está el vendedor como para pedir una información levantando ligeramente un dedo de una mano a medio alzar, pero en el acto lo bajo y vuelvo a tocar el producto para dar la sensación de una mejor revisión. Solo después de darle varias vueltas para inspeccionarle a fondo es que llamo al individuo.
Cuando se me acerca con su mejor sonrisa empiezo las inquisiciones propias de toda compra.
-Por favor, me podría decir como funciona el sistema, que garantía tiene y si lo embalan bien para el envío… lo veo tan frágil.
Al notar que las pupilas del vendedor se expanden llenas de entusiasmo, le digo que estoy interesado pero debemos hablar del precio, el cual como es normal considero un poco recargado. Generalmente me hace pasar a la oficina, y allí empieza una batalla de ajustes en la cual el precio señalado en la vitrina es golpeado inmisericorde por mis ofertas poniendo cara de que si no-les gusta-me-voy.
Tras de ir a consultar con el jefe, el dependiente suele regresar accediendo a mi capricho financiero y se entrega incondicionalmente en manos de la dicha. Para él, mi cara de placer por la aceptación de la rebaja equivale a venta hecha.
Allí pido volver a ver el producto, lo manoseo nuevamente, y haciendo un mohín de complacencia alabo sus virtudes y suspiro mientras el fulano me mira al borde del delirio. Jura haber cerrado la operación millonaria que le permitirá resolverse por dos meses, y entusiasmado no haya como halagarme y alabar las virtudes del objeto. En ese instante me ofrece un café y pastelitos. Podría decir, en términos chocantes que solo le falta darme un beso.
Finalizada esta etapa fundamental para su bienestar espiritual modero su entusiasmo con una oración firme que le asusta un poco:
-El trato está hecho, pero antes de pagarlo quiero traer a mi esposa para que seleccione el modelo.
Fíjese que digo “seleccione” y no para que “decida” si lo compro.
Bajando un poco el frenesí el vendedor acepta la situación y me propone que le de un adelanto para que no me vayan a vender el aparato. Yo acepto, pero justo cuando estoy sacando la chequera y logro expandir de nuevo su sonrisa, la vuelvo a guardar en el bolsillo diciendo:
-Mire, mejor lo voy a pagar con tarjeta y la traeré cuando venga con mi esposa.
En el acto el fulano se pone serio, aunque vuelve a sonreír para no causar mala impresión. Como tiene el fuego de la esperanza ardiendo en el cerebro se limita a preguntarme que cuando vendremos para reservarme el equipo.
En ese instante le hago renacer la confianza en la especie humana, en dios, en el bien y las buenas obras. En lugar de contestarle pongo cara dubitativa, miro hacia donde está el equipo y llevándome la mano de nuevo a la cartera le digo:
-Yo como que me lo llevo de una vez…
Imbuido en ese delirio que produce la felicidad extrema en los seres esperanzados él me entusiasma sobándose las manos:
- Es mejor, salga de eso, mire que se puede vender, ya no quedan sino dos.
Ambos sabemos que es falso porque de esos aparatos no se vende más de uno cada nueve meses, y si acaso, por la crisis. Aguanto la mano dentro del bolsillo entre dudando y queriendo, y cuando sus ojos me encandilan por el gozo, lo vuelvo al mundo cruel diciéndole:
-No, mejor la traigo a ella, esa mujer es una vaina…-, y parándome le digo:
- Espéreme seguro mañana por la mañana.
A esas alturas, el nuevo desplome del hombre le ha transformado el rostro. Ya no sonríe, ni sus ojos sueltan los primarios destellos deslumbrantes, pero sé que la semilla de los sueños perpetuos ya fue sembrada en su corazón. Suele acompañarme hacia la puerta despidiéndose, confiado en que la vida le será amable y en mudo silencio jura que si se le da esa venta él será para siempre amable con la vida.
Aunque muchos piensen que este es un acto cruel, se que mi buena acción ha cumplido su objetivo. Los treinta minutos de ilusión que le dado a ese vendedor le han hecho bien al corazón. En poco tiempo vivió fantasías y hasta creyó en un dios inmortal y supremo que en su silencio todopoderoso nos ayuda a todos.
Pero no se piense que ahí lo abandoné dejándole desilusionado. No, al siguiente día regreso a la hora acordada y le digo que mi señora está indispuesta pero me prometió venir al próximo día.
A partir de ese momento hago un cambio, pero que es fundamental para reincorporarlo al duro enfrentamiento con las amarguras de la vida. No regreso sino a los tres y solo para anunciarle con una cara de inmenso sufrimiento que mi pobre mujer murió hace dos días y ya no compraré nada.
Así lo dejo. Frustrado por la venta, pero no infeliz, porque en el fondo de su alma seguro que piensa:
-Pobre hombre, a mí se me cayó la venta pero lo de él si es mala suerte...